La Ciudad

- Ni siquiera de mi lo creo.. - dije colocándome los pantalones.

- ¿Por qué? Pensé que te acostabas con cualquiera en cualquier lado. - me senté en la hierba, observando como se vestía.

- No entremos en ese tema.. - me puse la camiseta y me estiré.

- Vale, como digas... - me reí. - Oye, ¿de donde has sacado ese físico?

- Lo compré en una subasta un día.. ¡Jane! ¿qué son esas preguntas? lo he trabajado en el gimnasio. - dije riendo.

*-*
- Pues no sé, me ha salido del alma... - solté una risita.

- Entiendo que te resulte sumamente atractivo, pero podrías disimularlo..

- Ahora quieres que sea reservada, quien te entiende tío...

- Yo me entiendo, y creo que soy el único u.u

- Yo por lo menos no lo hago, eres raro. - me levanté y me sacudí el pasto de la ropa. Me puse a andar en cuanto me acorde de algo... - ¡Abbie! Joder, me lo he olvidado por completo, mi*rda, mi*rda. ¡Andando!

Me quedé de piedra unos momentos, luego reaccioné y comencé a andar hacia el coche. - ¡Esta es la segunda vez que se nos olvida! no me imagino que pasaría si yo también tuviera algún tipo de mascota.. - me metí en el auto y lo encendí.

Me subí al coche y me puse el cinturón de seguridad.
- La canasta, Alex. - le dije toda alterada.

- Déjala, luego volveré a buscarla.. - pisé el acelerador y comencé a conducir rumbo a su casa.

Me puse a 'jugar' con un mechón de mi pelo por los nervios.
- Ten cuidado, no vayamos a chocar.

- No tenemos con que chocar, ya te lo he dicho.

- Aquí... por donde vivimos es ciudad. - miré por la ventana el extenso campo, había vacas pastando a lo lejos. Algunas con sus terneritos.

- Bah. no importa, no vamos a chocar.

Me quedé sin decir nada por un rato.
- Me he olvidado de todo, supongo que eso es lo que causas... - me mordí el labio inferior mientras movía la cabeza de un lado al otro.

- Gracias. Supongo, ¿es un cumplido verdad? - me reí.

- Supongo... - me reí con el. - Dios, todavia no me lo puedo creer. - dije en voz baja para mi misma.

- ¿Qué no puedes creer? - preguntó, ya que la había oído.

- Eh.. - le miré como diciendo: ¿cómo me has escuchado? - Nada... esto.. nada.

- Vale.. - dejé de mirarle y seguí conduciendo.

Solté una risita y seguí mirando por la ventana.
- Ya casi llegamos... - estaba deseando con todas las ancias del mundo que llegaramos, pobre Abbie... debía estar muerta de sed y de hambre.

Me quedé viendo para adelante. - Pues si.. ¿la perra estará.. vi.. viva? - pregunté mirándola.